Demonios familiares

Ya os conté que el primer libro que tomé prestado en aquella biblioteca improvisada del cole,, fue un cuento de Ana Mª Matute.

“Demonios familiares” es la última novela que escribió.

Realmente es un principio de novela porque nunca la terminó. Sin embargo, al leerla puedo ponerle un final fácilmente. Vislumbro lo que va a pasar, y sí seguramente no será lo mismo que imagine otro lector. No me quedo a medias. La escritora nos da pie a seguir desarrollando la trama que ella empezó como si fuera su último juego con el lector.

Es julio de 1936, comienzo de una guerra que separa a vecinos y amigos. Eva es de familia adinerada y no vivirá las devastadoras consecuencias de la guerra como los demás. Todo comienza con el incendio en el convento, de donde se ve obligada a volver al hogar bajo la protección de su padre y vivir entre los fantasmas familiares que aún ocupan su lugar en la casa.
Aparecen las culpas y los secretos. Cada personaje convive con su soledad y a la vez se muestra la amistad, el amor e incluso la traición; la vida es así de contradictoria. Es una novela intensa que expone muchos sentimientos. El comienzo de una guerra es un escenario perfecto para que todo se transforme y afloren emociones desconocidas por los personajes.

Pero Eva no está dispuesta a seguir siendo tratada como una niña y en los tiempos tan convulsos que está viviendo decide conquistar su libertad. Varios acontecimientos cambiarán su visión de la realidad convirtiéndola en una mujer capaz de guardar sus propios secretos.

“A veces en mitad de nuestra cena nos invadían todos los siniestros ruidos de aquella guerra, que estallaba a tan corta distancia, casi diríase que en los bordes de nuestro bosque. Entonces, mi padre y yo nos mirábamos en silencio. El silencio siempre fue la conversación más apasionada entre mi padre y yo. En tanto, mi hermano permanecía tieso, mudo, casi marmóreo, como una estatua tras la silla de ruedas. En la cocina, Magdalena canturreaba, signo en ella de preocupación, porque la creía incapaz de sentir miedo.”

La autora, decía que nunca se había aburrido.

“…Que no pare el cuento” –decía una coetánea suya.